Son muchos los estudios que han demostrado que las emociones y el estrés suelen ser algunos de los factores que fomentan la ingesta de comida. Es decir, estos sentimientos negativos llevan a las personas a consumir sin tener una real necesidad de hacerlo. Esto se denomina hambre emocional.
Cuando las personas afrontan este tipo de sensaciones, suelen buscar alimentar no como una forma de alimentarse, sino que se busca una calma. Por este motivo, se llama hambre emocional. Los expertos explican que esto tiene origen desde la lactancia materna, que sirve para reducir la ansiedad en el bebé.
Este problema podría acarrear diferentes inconvenientes en el ser humano, como ser el aumento de peso. Las llamadas “comidas de confort”, que suelen acabar con el hambre emocional, son carbograsas, mezclas de harinas y azúcar, entre otras cosas.
¿Cómo evitarlo?
Lo primero que tenemos que tener en cuenta para olvidarnos del hambre emocional es saber implementar estrategias para gestionar el estrés. Podrías considerar prácticas de relajación como la meditación. A su vez, tenemos que saber identificar cuales son los pensamientos que nos llevan a decir que la comida nos calmará.
Tenemos que saber identificar cuales son los pensamientos que nos llevan a decir que la comida nos calmará.
Otra recomendación que hacen los expertos es tener pequeñas comidas a lo largo del día. Así mantendremos bajo control el hambre y la saciedad. También debemos aprender a afrontar las emociones, procurar un buen descanso, buscar alternativas a los antojos y hacer ejercicio con regularidad.
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