Las rosas son el protagonista principal indiscutido de cualquier jardín. Aunque claro, para poder alcanzar su máximo esplendor necesitarán de distintos cuidados a lo largo del año para que llegado el momento puedan florecer y compartir todo su color y aroma tan especial.
Como todas las plantas y flores, las rosas necesitan del riego y de la luz del sol para crecer y sobrevivir. Pero hay una instancia muy importante que es la de la poda. En este momento, se quitan todas aquellas ramas que absorben nutrientes necesarios, además de darle una forma más estética.
Lo primero que hay que tener en cuenta es el momento en el que se realiza la poda. Lo mejor es cortar cuando ya haya pasado la temporada más fría, en especial las heladas. Será en las últimas semanas de invierno, cuando las horas de sol comienzan a ser cada vez más extensas.
Las horas de sol comienzan a ser más extensas.
Luego se realiza una segunda poda a finales del verano. En esta instancia se busca eliminar los restos de madera sin vida y flores marchitas. De este modo, las rosas quedarán fuertes para afrontar las bajas temperaturas del invierno.
Tomar precauciones
Las rosas son famosas por su color, su perfume y por sus espinas, por lo que no hay que olvidar además de usar las tijeras de poda, ponerse guantes para evitar pinchazos y raspones. A la hora de cortar, se hará en bisel y siempre por encima de las yemas, las cuales se pueden identificar porque son de un verde más claro que el resto de la rama.
El objetivo será elimina las hojas y frutas marchitas, así como todo el ramaje o madera que se encuentre seco. Quitar también los tallos que no producen flores y compiten por los nutrientes de la planta.
Por último, cortar también las ramas que estén demasiado grandes, y aquellas que estén creciendo con una orientación diferente al de la del resto del ramado de rosas.
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