Lograr que los cristales queden relucientes y sin marcas puede parecer una misión imposible, sobre todo cuando están muy sucios. Huellas, polvo y manchas secas suelen resistirse a los productos comunes. Pero con los métodos correctos pueden recuperar su transparencia y brillo.
Antes de aplicar cualquier solución limpiadora, es fundamental retirar el polvo acumulado en la superficie. Este paso no solo evita que las partículas actúen como abrasivos y rayen los cristales, sino que también mejora la eficacia de los productos que se apliquen después.
La elección de la solución limpiadora también juega un papel clave. El vinagre blanco, el alcohol isopropílico y el jabón líquido para lavavajillas, diluidos en agua destilada, forman mezclas caseras altamente efectivas. Un punto importante es evitar el agua del grifo, ya que sus minerales pueden dejar residuos visibles.
Más allá de los productos, el momento en que se realiza la limpieza también influye en el resultado. Limpiar los cristales durante un día soleado puede parecer lo ideal, pero es un error común. El calor provoca una evaporación rápida de los líquidos de limpieza, dejando marcas y residuos difíciles de quitar. Es por esto que se recomienda realizar esta tarea en días nublados o cuando el sol no incida directamente sobre las superficies.
"El momento en que se realiza la limpieza también influye en el resultado".
Un truco sencillo
Además, hay algunos trucos sencillos que pueden marcar la diferencia en los cristales. Limpiar de arriba hacia abajo permite que las gotas caigan en áreas aún sin limpiar, evitando así que ensucien lo ya pulido.
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