Myanmar atraviesa un momento complejo y lamentable, con un muy frágil equilibrio institucional. La noticia que recorrió el mundo, y que puso al pequeño país del sudeste asiática en la mira de todos los medios internacionales, fue la detención de Aung San Suu Kyi, Premio Nobel de la Paz.
Suu Kyi se encontraba bajo arresto domiciliario desde el pasado 1 de febrero del 2021, cuando un golpe de Estado tomó el poder de Myanmar. En las últimas horas se confirmó que la líder derrocada se encuentra bajo la vigilancia de fuerzas que responden a la junta militar que gobierna ese país.
Suu Kyi fue trasladada esta semana a una prisión de la capital de Myanmar, Naipyidó, donde de acuerdo a un comunicado difundido por las autoridades, ha sido llevada en “un lugar separado” para ella.
La Nobel de la Paz tiene actualmente una condena de 11 años de prisión, dictada por las mismas fuerzas que la derrocaron. Fue trasladada de su domicilio a una cárcel, luego de que el pasado domingo se produjera una masiva movilización pidiendo su libertad, en el día de su cumpleaños 77.
Rechazo internacional
Tanto la Organización de las Naciones Unidas y los gobiernos de distintos países, pidieron la liberación de Suu Kyi. Sin embargo, ha recibido una dura condena, y podría enfrentar más, acusada de delitos como incitación contra la junta militar, vulnerar las leyes contra la pandemia, la posesión ilegal de dispositivos de comunicación y un cargo por corrupción.
Myanmar se encontraba en transición democrática, pero un nuevo golpe de estado, a cargo del general Min Aung Hlaing, volvió todo para atrás, volcando al país en una nueva crisis política, social y económica. Suu Kyi había sido electa Presidenta por una avasalladora mayoría en las elecciones del 2020, pero el resultado fue anulado por el nuevo gobierno que denuncia fraude.