Es uno de los platos más gustosos y queridos por los paladares, diríamos, del mundo. La sopa tiene aproximadamente 8.000 años de antigüedad, y sigue estando presente en casi todas las gastronomías. Esta mezcla de agua con los más diversos ingredientes tiene más ventajas y virtudes de las que se creen.
Por un lado, la sopa es un plato con un alto contenido de agua, por lo que conserva la función básica de hidratar. En la actualidad tenemos un montón de bebidas que ejercen esta función, pero no siempre el agua ha sido potable ni ha estado al alcance de todos, por ello la sopa gana esa pelea del tiempo y la lógica.
De hecho, muchos lugares no cuentan con agua potable por lo que con su probable ebullición a 100ºC, puede ser una bebida inocua desde el punto de vista microbiológico. Esto sin lugar a dudas es una ventaja de cara a la necesidad de no contar con agua, a través de la sopa se consigue potabilizar este alimento.
La citada ebullición de los alimentos hace que en general sean más digestivos que con cualquier otro tipo de cocción. La sopa permite, además, una cocción sin grasa y no tiene, por tanto, el peligro de las grasas quemadas que se puede encontrar en la fritura o en el asado.
Como la temperatura de cocción no pasa de los 100-110ºC, no habrá el peligro de que aparezcan algunas sustancias que no son buenas para la salud. Sin olvidar que la sencillez de su preparación permite la utilización de todo tipo de alimentos por un gasto muy reducido.