Por más tratamientos de belleza a base de cremas o procedimientos quirúrgicos que realicemos, nada mejor que las vitaminas y minerales para mantener una piel joven y radiante, que se regenere de manera permanente.
Si bien siempre se habla de la importancia de la vitamina A y de la vitamina E para tener una piel iluminada y totalmente sana, hay un nutriente que puede hacer milagros, y de la que no muchos hablan, y se trata de la vitamina K.
La K es una vitamina que puede dividirse en dos tipos: la K1 y la K2. La K1 podemos encontrarla en verduras como la col rizada o las espinacas y algunos cereales. La K2 está en productos fermentados, en la mantequilla y la yema de huevo, entre otras.
La vitamina K tiene un muy alto poder curativo y también antiinflamatorio, lo que ayuda a la piel a repararse, y evita la aparición de arrugas, manchas en el rostro, y de celulitis en diferentes partes del cuerpo.
Es importante a la hora de reducir la inflamación.
Además hace que los moretones se reparen más rápido, por lo que últimamente se ha deducido que podría tener un papel útil a la hora de evitar o eliminar ojeras. Pero sobre todo, es importante a la hora de reducir la inflamación y las rojeces, el eccema y porque ayuda a eliminar el acné. Por otra parte aporta hidratación.
Otros beneficios de este nutriente
La vitamina K no sólo es buena para la piel, sino que es esencial para proteger el corazón y los huesos, produciendo las proteínas necesarias. Ayuda a coagular la sangre y regula los niveles de calcio en sangre, lo que evita que se deposite calcio en las arterias previniendo dolencias cardíacas. Por eso también ayuda a hacer más fuertes los huesos.