Las almohadas duras pueden afectar la comodidad y el descanso. Sin embargo, existen maneras sencillas de suavizarlas y otorgarles la flexibilidad buscada. A continuación encontrarás algunos consejos prácticos para conseguirlo.
Una de las soluciones más efectivas es amasar las almohadas con las manos. Dóblalas, golpéalas y ocúpate de redistribuir el relleno para, así, reducir la rigidez. También es útil exponerlas al calor. Colocarlas al sol por unas horas o en la secadora con puede mejorar su textura.
Asimismo, airearlas al exterior puede hacer una gran diferencia. Si llevan tiempo sin usarse, ventilar las almohadas ayuda a liberar la compresión acumulada. Otra alternativa es añadir una funda acolchonada para elevar la sensación de suavidad.
En el caso de almohadas de plumas o fibras, retirar un poco del relleno puede ser una solución práctica. Para las de relleno natural, algo de vapor puede dotarlas de flexibilidad, siempre teniendo cuidado de no mojarlas demasiado.
Si tras estos consejos las almohadas siguen siendo incómodas, puede ser momento de considerar reemplazarlas. La elección de una almohada adecuada puede sentar la diferencia en cuanto a la calidad del sueño.
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